Colaboración de Jezabel Aponte
En 2016 en el primer año de la carrera de Ingeniería Civil, me sentía muy orgullosa de estudiar una carrera con un alto potencial tecnológico y esencial para el desarrollo económico del país, para entonces anhelaba tener experiencia de campo que me permitiera aprender fuera del salón de clase, ese anhelo me llevó a participar en un programa de voluntariado con la organización TECHO. Fue entonces cuando por primera vez formé parte de una cuadrilla de construcción, fueron tres viviendas de emergencia las que apoyé a construir como voluntaria en Managua y Granada.

(Foto cortesía)
Recuerdo el inicio de las jornadas de construcción, por la mañana toda la cuadrilla con mucha energía y ánimo. Cavar y nivelar para ubicar los pilotes de la vivienda era la tarea más compleja, si en el primer día de construcción lográbamos armar el piso de la vivienda podíamos considerarnos una cuadrilla afortunada. Ensamblar paredes, techo, ventanas y puertas, ¡sencillo!, o eso parecía, por la tarde terminaba la jornada con tierra hasta por dentro de las botas y el cuerpo adolorido, pero con el corazón lleno, por haber construido y compartido junto con la familia beneficiaria y jóvenes voluntarios/as. Esa experiencia cambió mi vida y le dio sentido de servicio a mi carrera profesional, como voluntaria en TECHO entendí que la Ingeniería Civil, a pesar de tener un alto componente tecnológico y técnico, es en esencia una profesión para mejor la calidad de vida de las personas.

(Foto cortesía)
Un par de años más tarde otra experiencia de voluntariado, provocó que replanteara el futuro profesional que había imaginado hasta entonces, fue en noviembre de 2020 cuando los huracanes ETA y IOTA impactaron Nicaragua en un lapso de dos semanas. World Vision Nicaragua abrió espacio para que jóvenes voluntarios y voluntarias participáramos por varios días en colecta de alimentos, ropa, y kits de higiene para las familias afectadas en la Costa Caribe, además, trabajamos intensamente en conjunto con la Cruz Roja Nicaragüense armando paquetes con artículos de primera necesidad. A pesar de los esfuerzos realizados por múltiples instituciones y organizaciones, en 2021 alrededor de 1,8 millones de personas, incluidos 720.000 niños, todavía necesitarían ayuda humanitaria, especialmente entre las comunidades indígenas, de acuerdo con datos de UNICEF.

Cinco meses después del impacto de ETA e IOTA, a más de 200 kilómetros de la Costa Caribe, me encontré realizando pruebas de calidad de agua en La Piñuela una comunidad de Carazo, ahí la pérdida humana y la dramática transformación de la zona por el paso de los huracanes todavía era evidente y palpable en la gente. Pensé como la vida de una comunidad entera invisible para el resto mundo, se pausó como resultado de huracanes, que de acuerdo con hallazgos científicos son un tipo de fenómeno cada vez más poderoso como resultado del calentamiento del mar, provocado a su vez, por décadas de producción y consumo irresponsable.
Este tipo de fenómenos y otros frecuentes en nuestro país, como las sequias, revelan la fragilidad de las obras civiles y sus usuarios, ante desastres. Esa realidad me llevó a pensar en las maneras de construir resiliencia climática en las personas y comunidades de Nicaragua, esa intención ha tomado forma de propósito personal y profesional. Quizás ese propósito aún estaría oculto de no ser por las experiencias de voluntariado y el acercamiento a comunidades vulnerables, que me sirvieron para darme cuenta que los avances sociales, económicos y tecnológicos, especialmente los avances en infraestructura civil, que no son climáticamente sensitivos corren el riesgo de no ser duraderos en el tiempo. La crisis climática ya está alterando el contexto y los ambientes en que los avances tecnológicos se desarrollan y si no cambiamos el rumbo ahora, no podremos disfrutar de la promesa de desarrollo del futuro. Gracias a las experiencias de voluntariado de los últimos cinco años, ahora sé que el servicio que entregue desde mi carrera profesional estará guiado por la convicción de construir comunidades más resilientes; personas, ecosistemas e infraestructura por igual.

[…] este aspecto, por citar un ejemplo, Jezabel Aponte fue una de las invitadas que compartió su rica experiencia profesional como ingeniera civil y […]
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